Era una tarde nublada en la antigua ciudad de los sabios, donde los edificios de piedra parecían respirar sabiduría y tiempo. En el centro de la ciudad, rodeada por un denso bosque, se erigía la Academia de Conocimientos Antiguos. Era un lugar donde el conocimiento no solo se aprendía, sino que se vivía. Allí, las aulas estaban llenas de libros polvorientos, pero también de espejos que invitaban a los estudiantes a mirarse a sí mismos. En una de esas aulas, en una pequeña habitación con grandes ventanales que daban hacia un jardín interior lleno de plantas exóticas, se encontraba Selene, una joven mentora de la Pedagogía Gnóstica. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con la intensidad de quien ha explorado su propio ser y está dispuesta a guiar a otros en ese mismo viaje. Frente a ella, sentada en un sillón de cuero desgastado, estaba Isabela, una adolescente de quince años, de mirada curiosa y manos inquietas. Selene : [mirando por la ventana ...