Los diez Principios fundamentales de la
Pedagogía Gnóstica
1. La
Vida, el Conocimiento y la Libertad, son en este orden establecido, los tres conceptos
elementales de la Pedagogía Gnóstica. Todo principio, ordenamiento y práctica
se han de sustentar en su reconocimiento y, por lo tanto, todo lo que esté en
contraposición a la vida (haga defensa de la muerte), al conocimiento (haga defensa
de la ignorancia) y la libertad (haga defensa de cualquier tipo de sometimiento
o esclavitud) será considerado incompatible con esta propuesta.
2. Existe
una realidad y una verdad más allá del mundo de las formas materiales evidentes
y cuantificables, una realidad y una verdad de las formas espirituales
suprasensibles que sólo han de ser desveladas por medio de un nuevo saber, el
conocimiento interno y profundo de uno mismo.
3. Toda
propuesta pedagógica y toda acción educativa debe propender hacia el progreso y
perfeccionamiento del ser humano, reconociendo, comprendiendo y valorando sus dimensiones
constitutivas, a saber: dimensión biológica, dimensión psicológica, dimensión
social y dimensión espiritual.
4. El
individuo debe reconocerse como elemento basal de la familia y la sociedad, por
ende, está primero y por encima de ellas. Hay mayor valía en la individualidad
que en la colectividad, ya que todo lo colectivo deprime y coarta la expresión
del ser humano como un ser único, irrepetible y sumamente diverso.
5. El
sistema educativo actual, su lógica industrial y metodologías inertes que sólo
tributan a lo funcional y lo colectivo, deben ser reformadas gradualmente hasta
lograr su erradicación absoluta. Se implementarán transformaciones graduales,
pero inclaudicables, que conducirán a la transición pacífica entre la escuela vieja
y la escuela nueva.
6. La
nueva escuela debe manifestarse como un espacio consagrado, árbol y luz para
toda la comunidad, propicio para la educación de hombres y mujeres dignos,
libres y altamente creativos. Todo en la escuela, desde la infraestructura
general hasta los detalles organizativos, técnicos y pedagógicos, debe evidenciar
intencionalidad pedagógica.
7. El
Mentor reemplaza la figura caduca del profesor y trasciende el rol del educador.
Representa la síntesis del conocimiento antes fragmentado y se establece como
un verdadero agente de cambio, de creación y no reproducción, como una
autoridad social, guía para el individuo y la familia.
8. El
Discípulo reemplaza la figura inactiva del alumno y trasciende el rol del
estudiante. Aparece y se establece firmemente como ser único, irrepetible y
diverso, protagonista de su propia construcción física, intelectual, social y
espiritual, con la capacidad intransferible de acceder, él mismo a la verdad
absoluta de todas las cosas.
9. La
educación o mentoría formal es el proceso y única vía hacia el desarrollo
integral de la persona, la familia y la sociedad, por lo tanto, debe definirse como
irrenunciable, considerando obligatoriedad para todos los miembros de la
familia en todos y cada uno de los estadios vitales. De esta forma, la
pedagogía debe posicionarse como rectora y fundamento de toda actividad humana,
por sobre la política y la religión.
10. La aparición de una nueva mujer y un nuevo
hombre, profundamente afectivos y altamente creativos, conocedores de sí mismos
y de su entorno, líderes altruistas y comprometidos con el perfeccionamiento
individual y social; sentará las bases de una nueva generación, una ciertamente
digna de vivir la plenitud y el gozo de realidad presente y la realidad
venidera.
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