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¿Qué es la Pedagogía Gnóstica?

Hay un hombre y una mujer, un individuo escondido dentro de nosotros mismo. El ser auténtico y verdadero, liberado de toda atadura y vestigio de perversión, un ser más alto y más profundo que la persona que somos hoy. El ser humano actual, es una versión defectuosa, sobrevive en un estado salvaje, el que intenta aplacar a través de la formación y los procesos educativos. Pero ni siquiera la educación nos ha logrado apartar del todo de este estado catastrófico de simplemente ser, ser como producto del libre albedrío y la libertad, ser como consecuencia del sometimiento al entorno, ser, simple y naturalmente ser como resultado de la orfandad.

   El ser humano está huérfano. Fue lanzado a este mundo para descubrir una verdad que está repartida y fragmentada en diversos y a veces muy distantes trozos. Algunos hombres se han organizado entorno a un trozo de esta verdad absoluta, y sobre la base de aquel trozo finito, han pretendido entenderlo todo creando dogmas irrenunciables y verdades relativas, interpretaciones privadas a las que han llamado religión, ciencia o filosofía. Para comprender, sin embargo, la compleja estructura del mundo, es necesario no establecerse definitivamente en un lugar o posición. La inmovilidad del saber, puede peligrosamente transformarse en la inflexibilidad del saber y la rigidez del ser. Es entonces fundamental la posibilidad de la movilización, pasar del sedentarismo del conocer absoluto al nomadismo del conocer progresivo. El hombre finalizado, ya disfruta de su pleno y único gozo, por el contrario, el hombre que se entiende a sí mismo como inacabado, descubrirá gozos y placeres diversos a medida que avance en su completación.

   Para lograr avanzar en la construcción individual, el sujeto debe primero, hallar los materiales y herramientas que le posibilitarán y facilitarán esta labor artesana y artística. Si la construcción es interna, debe hallar de esta forma, materiales y utensilios de carácter internos. Pero ¿cuál es el afán de esta construcción, de este diseño íntimo y de esta edificación profunda?, ¿únicamente la aparición de una versión más sofisticada de uno mismo?

   El propósito de la construcción es quitar el velo. Hay un límite establecido para el conocimiento material del mundo, y a pesar de que este límite se ha “desplazado” como consecuencia del saber positivo de las ciencias naturales, no nos permite aún, alcanzar las respuestas a las interrogantes elementales del ser: ¿quién soy más allá de mi cuantificación física y biográfica?, ¿cuál es el verdadero sentido del ser?, ¿es esta vida material todo lo que hay y existe?, ¿desde dónde vengo y hacia dónde voy?, ¿cuál es el propósito de mi existencia en este tiempo y lugar particular de la realidad?

   El propósito de la construcción es trascender las barreras de lo meramente visible para acceder a los territorios de lo invisible. Más allá de esta luz, hay otra luz. Por consiguiente, el perfeccionamiento del individuo no es el fin, sino más bien el medio para alcanzar un fin superior, más allá de sí mismo y de su experiencia vital: ver con los ojos espirituales y escuchar con los oídos espirituales para conocer la verdad que sostiene al mundo físico, la verdad espiritual. Si el hombre busca este fin, todas las otras cosas le llegarán como añadidura.

   Las religiones actuales, son el medio que utilizan muchos para acceder a esta verdad espiritual y conseguir la trascendencia desde la vida perecedera a la vida eterna en un paraíso o cielo más allá de este mundo y tiempo. Pero la jerarquización religiosa ordena a unos hombres por encima de otros hombres, discrimina entre aquellos escogidos a quienes se revela una verdad y aquellos que son simples y comunes receptores de la verdad revelada, distingue entre la interpretación y consenso de algunos y el asentimiento y resignación de los otros, que usualmente son la mayoría. Hay poco de uno mismo en la doctrina religiosa que se ha adoptado o heredado. Así, la revelación (este quitar el velo) es un acto o acontecimiento elitista, reservado para unos pocos que, posteriormente iluminaran el camino de cientos y de miles. Se desecha entonces, la capacidad individual de vincularse con la realidad del espíritu, se omite la posibilidad de progresar y acceder a una iluminación particular que nos libere de las ataduras y padecimientos de este bello y pletórico mundo material.

   La religión actual realiza apologías más de su propio dogma, que, de los frutos del espíritu, a saber: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Reina Valera: Gálatas 6: 22-23)

   De la misma manera, la pedagogía actual se ha centrado en el contenido parcializado de la asignatura, más que en los procesos cognoscitivos, más que en las habilidades y las competencias relacionadas a los objetivos de aprendizaje, más en el método y las mediciones estandarizadas externas, que en el propio estudiante y su desarrollo afectivo y espiritual. De igual forma, en que los prosélitos son víctimas de sus líderes religiosos, los estudiantes son víctimas de muchos pseudoeducadores, idólatras del resultado y la calificación, pero ignorantes de la particularidad del alumno y de su proceso formativo único e irrepetible.

   ¿Cuál debe ser entonces el fin máximo de la educación?, ¿cuál debe ser el propósito sublime del educador y del estudiante? Alcanzar el grado más elevado de iluminación y con él, el estado de la síntesis. Propongo en este punto del tratamiento, la metáfora del fuego para acceder a una comprensión más profunda.

   Tres efectos principales tiene el fuego: ilumina, genera calor y trasforma. Pero antes de que el fuego ilumine, genere calor y trasforme, este debe ser encendido. Encender el fuego involucra aplicar una técnica adecuada de encendido. Imagine el lector una chimenea, en las afueras llueve y es en sumo necesario encender una fogata. Un individuo coloca en el centro de la chimenea un tanto de viruta, unos trozos de papel o cartón, sobre ellos algunas pequeñas y delgadas ramas secas y sobre ellas a su vez, algunos trozos de madera de forma ordenada, dejando entre ellos espacio necesario para la circulación de oxígeno. Posterior a este armado, provoca una chispa en el centro, esta gradualmente logra encender la viruta, luego los trozos de papel, luego las pequeñas ramas secas, luego y con mayor fuerza aún, los trozos de madera. Ahora, poco a poco el fuego se torna más intenso, la pequeña chispa se ha transformado en una poderosa llama. Es posible en este momento, que, si el individuo apaga la luz y cierra las cortinas, la fogata ilumine; si el individuo se acerca, la fogata lo caliente y si el individuo agrega más leña a la chimenea, notará como la madera es transformada en brazas y luego en cenizas.

   La hoguera es entonces el producto de un accionar inteligente y orientado. Difícilmente el fuego habría aparecido en el escenario vacío de la chimenea si el individuo hubiese utilizado leña húmeda y si hubiese colocado de manera amontonada esta leña en el centro sin permitir la circulación del oxígeno necesario para la combustión, tirando ramas sobre los leños, papeles sobre las ramas y viruta sobre los papeles.  No es posible encender fuego así.  Incluso para iniciar la combustión en un descampado, hay condiciones ambientales (humedad ambiental, velocidad del viento y temperatura) que deben favorecer la aparición, mantención y hasta la propagación del fuego.

   Ahora bien, desde el punto de vista filosófico y pedagógico de la gnosopedagogía, el fuego representa el nivel más elevado de iluminación individual. Este estado iluminado del ser, involucra más que la simple iluminación sensoriomotriz y la compleja iluminación propuesta por el intelecto. Hay de esta manera, tres estados de iluminación: la iluminación del cuerpo, la iluminación del intelecto y la iluminación del espíritu. Así, de la misma forma que el fuego, la iluminación individual es la resultante de un accionar inteligente y orientado. Algunos sólo han alcanzado a iluminar su cuerpo, algunos sólo han progresado hasta la iluminación del intelecto y otros han avanzado hasta la iluminación del espíritu. Esta movilización o nomadismo del saber, es producto de una forma particular y establecida de enseñanza y aprendizaje. Ahora bien ¿qué es la Pedagogía Gnóstica y cómo aborda el desafío de la iluminación?

      Defino Pedagogía Gnóstica o gnosopedagogía como un enfoque educativo cuyas bases constitutivas son la gnosis y la pedagogía. Gnosis es un término griego que significa “conocimiento” o “saber”. Este conocimiento es uno profundo, que trasciende las limitantes del conocimiento superficial y va más allá del saber del cuerpo y del intelecto, facilitando el acceso o el develamiento a una realidad o verdad espiritual.  Por su parte, entendemos a la pedagogía como la ciencia que teoriza sobre el acto educativo, sobre el cómo enseñar y cómo aprender de manera efectiva en un contexto formal. De esta manera, la Pedagogía Gnóstica o gnosopedagogía es un enfoque filosófico y educativo que a través de un nuevo proceso formal de enseñanza y aprendizaje pretende el desarrollo y desenvolvimiento integral del Mentor y del discípulo, facilitando y promoviendo el perfeccionamiento gradual del ser, movilizándolo desde el cuerpo y el intelecto, hasta el develamiento espiritual. La premisa de la gnosopedagogía es que el ser humano es una entidad incompleta, que sólo puede alcanzar su verdadero potencial a través de un proceso íntimo de exploración, autodescubrimiento y autoconstrucción. Comprende de esta forma, la existencia de un ser “auténtico latente”, esencialmente afectivo y creativo, cuyas dotes y cualidades sensoriales, psicológicas y espirituales son superiores a las ordinarias y que únicamente puede ser manifestado y liberado por medio de una nueva forma de enseñanza y aprendizaje.

   Por consiguiente, la gnosopedagogía reconoce la existencia de tres realidades: la realidad material, la realidad mental y la realidad espiritual. En correspondencia, también reconoce la existencia de tres niveles de iluminación, a saber: iluminación del cuerpo, iluminación del intelecto y la iluminación del espíritu.

   Para la Pedagogía Gnóstica, el individuo es primero y está por sobre el colectivo. Sin individuo no hay familia ni sociedad. Por lo tanto, todo proceso educativo debe propender al servicio del hombre y la mujer, antes que a las exigencias de la sociedad.

   Para la Pedagogía Gnóstica, la producción de un conocimiento material y funcional no es el fin, sino más bien el medio para alcanzar un propósito mayor: la verdadera liberación del espíritu del hombre.

   Para la Pedagogía Gnóstica, el actual sistema y modelo educativo está profundamente enfermo y caduco, ya que no considera u omite deliberadamente la realidad espiritual del ser y sólo se limita a la producción de saberes funcionales como respuesta a las exigencias externas de la sociedad y su afán materialista.

   Como propuesta de cambio, la gnosopedagogía introduce además los conceptos de Mentor y discípulo, reemplazando la actual nomenclatura de profesor y alumno o educador y estudiante.

  A diferencia de un profeta religioso, el Mentor no debe manifestar ni enseñar verdades reveladas de un mundo ajeno a él mismo, de una realidad superior. Este nuevo educador más bien, debe guiar y sostener al discípulo en el descubrimiento y construcción de sí mismo, manipulando material, intelectual y espiritualmente su entorno. Guiar, involucra orientar sobre un camino, o ayudar a abrirse paso de forma inteligente sobre un sendero; sostener implica mantener el peso durante un tiempo. Por esta razón, el Mentor debe orientar, dar claves del camino correcto en la manipulación afectiva e intelectual de fragmentos de información sobre el mundo material, con el fin de sintetizar sobre el mundo abstracto de la psique y el espíritu.

   La Pedagogía Gnóstica utiliza como método central de enseñanza y aprendizaje el Método Psicopedagógico Afectivo Creativo (en sus siglas MPAC), presentado en mi primera obra: “Homo Creative” (2021). Esta propuesta metodológica en específico, así como todos los conceptos claves presentados con anterioridad, serán tratados con mayor profundidad en secciones o capítulos posteriores de esta obra.

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